Un día cualquiera, que salgamos solos, tú y yo.
Subes al coche. Y te miro a través de la ventana. Y mientras
haces una mueca porque se te ha enganchado la chaqueta en una puerta, alcanzas
a ver que te observo desde dentro, con una sonrisa imbécil, pero honesta, de no
creerse que ese que le observa, que eres tú, esté con ella. Y tú también
sonríes, también honesto.
Y ese día cualquiera, salimos cantando a gritos mientras
conduces y te miro de reojo. Entonces te giras, y yo, que no se guardar cartas
bajo la manga contigo, te digo todo lo que estoy pensando en silencio. Sabes leerme,
y por suerte, siempre lees en el orden correcto.
Y comienza una tormenta. Y tú y yo, que somos idiotas, lo
encontramos hermoso.
Y no sé si es el día. No sé si es el día, realmente. Pero es
que además vienes tú. Es el día y eres tú. Hay algo oculto tras cada nube y
tras cada granizo que estalla en el parabrisas. Es el día. Y además estás tú.
Y El jersey negro que me regalaste me abriga mientras la
lluvia golpea. Y yo hago un dibujo tonto en la ventana empañada.
Pero además vienes tú. No me harías falta, el mundo estaría
bien, seguramente todo funcionaría también. Diferente, pero funcionaría. Cada exhalación
haciendo vapor, cada vista del cielo y sus
nubes que lo envuelven todo, seguiría siendo bonito, seguiría siendo algo
especial. Pero es que, además, vienes tú. Además te lo puedo decir, y puedes
sonreír o mirarme con esos ojos que no saben ser severos aunque quieran.
Hay días que no puedo odiar al mundo, que está bien haber
estado aquí. Sólo por el instante. Quisiera siempre ese instante. Quisiera
siempre detener todo, acallar y alargar la tarde, el minuto preciso. Un poco
más. Que dure un poco más. ¿Por qué tiene que acabarse? ¿Por qué debe romperse
ese momento en que te miro de reojo y me descubres? Mañana. Que sea mañana. Que
se lleven todo mañana. Hoy necesito un poco de eternidad.
-“Me gusta la lluvia” me dices. Y yo pienso que a mí me
gusta que te guste la lluvia. Sabes prestarme tus ojos y darme esas pequeñeces a
través de ellos. Yo las atesoro. Me aferro a ellas.
He visto el mundo contigo y he visto esos matices que no
conocía. Has creado un nuevo concepto de belleza para mí. No es la belleza del
mundo tal cual. No es la belleza como valor histórico. Es una nueva belleza que
me regalaste. Tifones y brisa. El vacío y la plenitud de dos. La lírica de tu
voz. El olor de tu piel. Tus texturas muy de cerca. Hay tanto en ti
indescifrable… Me he enamorado de ti
hasta mañana, ya que mañana descubriré algo nuevo, y entonces me enamoraré de tu
nuevo yo.
Cada mañana, o cada tarde, o cada noche, me cambias el
mundo. Hoy me has enseñado que gira a nuestro antojo y mañana seguramente
traigas contigo la certeza de ser diminuto en un universo gigante. Y no
importa, porque todo está bien desde tus ojos. Seré pequeña, pero tengo un mini
océano que está bien para ti. Continentes donde decidiste hacer tu morada
pintada con las cenizas de antiguos templos venidos abajo. Me haces habitable.
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