
Por lo visto soy rara, porque mientras coordino bien los colores en mi atuendo y aparentemente tengo buen gusto, mi sentido de la estética en cuanto a la decoración es nefasto, por no decir nulo. El caso es que en mi despacho tengo un sofá naranja, el cual, por lo visto, está mal situado y coordinado. Así que le dije que lo arreglase….y eso hizo. Puso dos velas redondas naranjas que tengo encima de mi mesa en los posa brazos del sofá (por lo visto le hace muy coqueto así). Y MI papelera, que también es naranja, como si fuese una mesa de centro, justo delante del sofá ahí plantada. Totalmente satisfecho y alegando que ya al entrar no recibía un fuerte puñetazo a la vista, me limité a comentarle la incomodidad de acercarme a la papelera cada vez que necesitase usarla, pero al parecer, esos son solo daños colaterales que debo sufrir en pos de la estética..
Ya a la hora de cerrar, le comenté si podía madrugar un poco mañana (y con madrugar me refería a que apareciese el y su arte sobre las 11 am). ¡Sacrilegio! Por lo visto hace muchos años decidió no madrugar tanto. ¿El motivo? Sencillo. El buen hombre cuando descubrió que su vida era la pintura de brocha gorda, se lo tomó con tal entusiasmo que iba a trabajar prontito. Pero….era horrible. A esas horas, las mujeres en sus casas estaban sin arreglar y sin pintar, con el ojo medio pegado, y para asustarse por las mañanas ya tiene bastante con su mujer. Además, esa visión le mermaba la inspiración y no trabajaba al máximo. Y por mas que le he prometido que mañana bajaría a abrirle con mis mejores galas, como si del mayor acontecimiento social de la temporada se tratase, no he podido convencerle (y eso que si me llega a decir que se inspira más y es más rápido cuando ve a una mujer vestida de torero, os juro que consigo el maldito traje de luces como sea).
O acaba pronto o desaparecerá la poca cordura que me queda.
Pensandolo bien, podría ser un agrumento de película de terror de serie B, en cuya última escena aparece una mujer en un manicomio atada con una camisa de fuerza y un medico le pregunta a otro: ¿Qué le ocurrio?, a lo que el otro responde: Lo ignoramos, su último mometo de cordura fué reformando la oficina. En esto los medicos se despiden, el que realizó la pregunta llega a su casa y le está esperando un pintor que le dice:Le noto estresado...creo que deberíamos pintar su salón de violeta...
2 comentarios:
Aguanta hasta que acabe y luego que se vaya a pintar el Palacio de la Magdalena. Ponle la música de la violetera, algo ayudará.
Saludos desde México.
Hoy con un poco de tiempo decidí pasearme por los lugares de los exiliados de netlog, con un brinco doble desde el Congal, dio la casualidad que este fue el primero y tu relato (anécdota) me ha dejado con una sonrisa marcada para todo el día.
Gracias mil y espera otra visita.
un beso
Publicar un comentario