Hay días del tamaño de un silencio en los que tanto sol no abriga nuestras manos.
Entonces los conjuros tienen la tos litúrgica y enferma de la desconfianza, y no crece el amor suficiente para que siga el curso de la historia.
Tiempos como la risa de un payaso sin público, como el calambre pálido que enciende la conciencia al despertar de un mal sueño de una noche sin rostros.
Siglos como el aroma de un arcángel que perdió el paraíso por soñar con la herrumbre de otro cielo.
Jornadas de ceniza que alimentan las costumbres de nada y otros tantos vacíos.
Hay días en que el hombre debe apagar las horas y volverse a dormir hasta mañana.
Pero hoy... hoy quiero desearte un feliz cumpleaños.
Quisiera darte las gracias por descubrirme y dejar que te descubra, por los pequeños momentos y también por las sonrisas esbozadas.
Entonces los conjuros tienen la tos litúrgica y enferma de la desconfianza, y no crece el amor suficiente para que siga el curso de la historia.
Tiempos como la risa de un payaso sin público, como el calambre pálido que enciende la conciencia al despertar de un mal sueño de una noche sin rostros.
Siglos como el aroma de un arcángel que perdió el paraíso por soñar con la herrumbre de otro cielo.
Jornadas de ceniza que alimentan las costumbres de nada y otros tantos vacíos.
Hay días en que el hombre debe apagar las horas y volverse a dormir hasta mañana.
Pero hoy... hoy quiero desearte un feliz cumpleaños.
Quisiera darte las gracias por descubrirme y dejar que te descubra, por los pequeños momentos y también por las sonrisas esbozadas.
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