Hoy llevo una sonrisa rara mientras camino por la acera.
Como si algo valiera la pena. Posiblemente la valga, pero todavía no se definir
el qué, y observo sonrisas que no me han dedicado.
El futuro es una especie de carta blanca para todas las
ideas y yo; que llevo en los bolsillos apenas mi honestidad raída, mis bases
inquebrantables que me han hecho perderlo todo más de una vez y algunas monedas
para pagar trenes que quizá ya han partido; me siento con derecho a sonreír.
Hay días nublados. Días que arrastran, como ventisca, la
mucha hojarasca que, a veces, avería mis articulaciones. Pero hoy estoy de
buenas sin ninguna razón.
Voy mirando como poco a poco la acera se oscurece con gotas
que se apoderan del territorio, como ejército invasor de alguna batalla de
todas aquellas que perdí.
Y sigo, con mi felicidad tan extraña, avanzando mientras
imagino cosas que, por si fuera poco, creo que merezco imaginar.
Miro con detenimiento y trato de capturarlo todo. Gotas como
botones de alguna bufanda tejida con los hilos del alba. Como cuentas de algún
collar sideral. Los arboles arrullan en días así.
Puedo oír cómo rechinan los engranes de mi alegría. Y
canturreo…
Miro mi fábrica de sueños pequeños y me asombro un poco al
descubrir que funciona, a veces
No hay comentarios:
Publicar un comentario