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Cuando la gran mujer de melena atinada y grandes gafas de sol se miró el ombligo,
descubrió que en el habitaba una diminuta familia de clase media.
Por lo que pudo observar, estaban viendo la televisión en el salón.
El padre cambiaba convulsivamente de canal mientras una pequeña lata de cerveza realizaba equilibrios inimaginables sobre su prominente estómago con vida propia.
La madre se había quedado dormida en el sofá,
y el niño de gafas desproporcionadas se concentraba en las pelotillas que periódicamente extraía de su nariz plagada de acné.
La gran mujer de grandes gafas de sol, al levantar la mirada, se percató de que la vida es una mera cuestión de escalas.
A partir de ese momento nunca volvió a soñar.