
Como consecuencia de estos hechos, tengo un vecino enganchado a las operas wagnerianas cargadas de decibelios, una amiga con espíritu de veleta, una madre que en cuanto deja de tomar la pastilla aparece en los lugares más insospechados y a Tomas O'maley, un felino psicoanalista que ha hecho de acompañante en mis noches de insomnio cientos de veces.
Mi nueva adquisición: Un caballero(o al menos así se considera) al que cada vez que tengo la fortuna de cruzármelo por la calle, me apetecería ponerle una zancadilla y ver su perfecta dentadura esparcida por la acera, mientras sonrío como el gato de Cheshire.
2 comentarios:
Un Ricardo Costa norteño, quiezas? Regálale un peluco! ;-)
Malévola la encuentro, oiga. Pero divertida... jejejeje...
(sonrisa de gato de Cheshire)
;))
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