Para mayor facilidad

06 octubre 2009

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El pequeño hombre del traje brillante, seductor de mediatinta, orador ocasional y coleccionista de gomina, caminaba despistando al tiempo y el espacio, escondiéndose en las callejuelas y espantando a las grandes señoras que salían de las distintas iglesias tras las misas mayores.
Era su manera de demostrar a aquella respetada y no respetuosa sociedad que lo excitante se encuentra en lo desconocido, y que mejor ir al cielo sin saber que se puede encontrar uno en el, que conocerse ya la historia de principio a fin, por culpa de cualquier beato de turno, amante de la descripción detallista.

1 comentario:

xenevra dijo...

Me gusta el ritmo que deviene. Lo leo una y otra vez y no consigo caminarlo más despacio. está bien, porque así lo saboreó una y otra vez, una y otra vez, sin saber lo que me voy a encontrar en cada lectura.