
Ese fin se había convertido en toda una obsesión.
A la luz de una vela, llenaba lienzos con su propia frustración, siempre vana, siempre estéril.
Así se consumió el pintor, así, de impotencia murió, luchando por conseguir que aquellas pinceladas traspasaran el umbral, para colocarse ahí, en ese espectro extraño y hermoso, que sólo los ciegos llegan a ver.
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