Para mayor facilidad

29 enero 2009

Un regalo rural

Esta es una historia que llegó a mis oídos hace poco tiempo, y algo de verdad debe tener oculta en su relato, ya que cuando la he narrado en presencia de los presuntos personajes, estos miraban para otro lado y reían con cierta complicidad.
La historia comienza así:
Una fría tarde, allá por el mes de Enero, estando los implicados en los hechos en casa, empezaron a jugar.
El juego era el de siempre, aunque con alguna variedad, eso por lo menos pensaba ella, mientras solo se oían sus quejidos.
No… no era el juego de siempre, murmuraba ella con voz entrecortada, pero aun así se dejaba llevar.
De pronto, apareció una tercera jugadora toda blanca, en forma animal.
Su intención no era ni por lo más remoto intervenir, solo pretendía jugar y saltar.
Según la desesperación de ella iba en aumento, la forma animal también se iba exaltando progresivamente.
Una cosa llevo a la otra… y el final es fácil de adivinar:
Ella se quedo con las ganas de haber terminado y la opción animal con las ganas de no haber empezado. Porque se llevo la desesperación final del que no puede acabar lo que se ha comenzado.

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