
Blanco, muy blanco, tan blanco como frío.
Impone. A cualquiera le impondría.
Puede dejarte seca, muda.
Puede jugar contigo al escondite.
Es un buen ilusionista.
Debes mirarlo bien, una y otra vez, hasta que puedas vislumbrar su luz a lo lejos.
Solo así podrás seducirlo y que te seduzca.
Solo así alimentarás su curiosidad, que es la tuya.
Y le atrapas. Y ya le tienes.
Y le emborronas de bellas palabras, de pensamientos.
Vas dejando resbalar tus ideas por su cara, y te gusta.
Le vas ensuciando. Poco a poco o a trompicones.
Nutres su alma y la del que luego le mira, le piensa… y te piensa.
Ya es tuyo, o quizá de nadie, o de todos…
Pero le venciste.
Ya no es un simple papel en blanco.
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