Para mayor facilidad

09 mayo 2008

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Hoy he estado comiendo con una antigua compañera de trabajo, recordando aquella época tan surrealista en la que nos dedicábamos a patear toda la provincia vendiendo inmuebles. Anécdotas…a montones.


- Cliente: Una chica muy modosita y tímida a la que le vencía su cuenta vivienda. Llegamos a la puerta del piso que íbamos a visitar. Llamo al timbre y al otro lado se escucha un ladrido hipohuracanado, que más que un perro parecía que allí había un oso. La chica se pone detrás de mi apretándome los brazos que hoy es el día que los tengo doloridos y me dice: -“Yo ahí no entro”. Yo, toda profesional, la tranquilizo mientras a gritos le digo a la propietaria si le importa guardar al chucho. Después de un rato oyendo los ruidos de la batalla perro-ama, una mujer bastante acalorada nos abre la puerta. Comenzamos la visita (mi cliente pálida agarrándome la mano mirando a todos los lados por si aparecía la fiera), y la propietaria comienza un interminable monólogo:- “Este piso es ideal, aunque si no os gusta a mi me importa una mierda. De hecho, prefiero que no os guste porque menuda puta la gracia que me hace irme de aquí. Yo no le quería vender, pero mi marido y mi hijo me han traído un perro y yo les dije que o el perro o yo, y como me dijeron que el perro, pues nos vamos a un chalet….” La visita continuaba y le digo a la buena señora:-“Mire, si no le importa, encierre al perro en el baño para poder echar un vistazo a la cocina”, A lo que me responde:-“Si Mujer, y llenar el baño de pelos. Ya te digo yo que la cocina es divina”. Mientras, mi clienta, que se había vuelto a situar a mi espalda atemorizada me decía:-“Si no hace falta, de veras, que seguro que si es divina”. Y yo, que ya estaba al borde de un ataque de nervios, le digo a la propietaria: -“Esta bien, pero que sepa que esta vivienda no la volveremos a ofrecer”. En ese momento la mujer abre la puerta de la cocina, y un monstruo lleno de pelos y ladrando como un loco asoma la cabeza. Cuando me quiero dar cuenta, mi clienta esta encima de un sofá, yo con los brazos abiertos en mitad del pasillo para que el chucho no llegase a ella, y la propietaria tirada encima del perro y agarrada a su cuello mientras este la arrastraba, y haciéndose oír por encima de los ladridos decía:-“¿Ves? ¿A que la cocina es divina?
- Cliente: una señora ya muy mayor. Ganadera. Un constructor le ha comprado su finca por una cantidad de dinero infame y anda buscando un chalet. Llegamos a la puerta del chalet y la propietaria nos recibe. Nada más vernos me dice: -“Este chalet me le vas a vender tu, porque los espíritus me han dicho que iba a ser una rubia” (joer!..Adiós venta, que lo mío es teñido…). Pasamos al interior y me encuentro con un salón lleno de búhos disecados, bolas de cristal y figuritas de brujas. Mientras, la propietaria nos va explicando que ella es cazafantasmas y que el mes pasado había estado en crónicas marcianas. Que perdonemos si la casa está muy revuelta pero que anoche charló con los espíritus hasta muy tarde y que está agotada… (¿Os imagináis la cara de la pobre señora que iba conmigo? ).Terminamos de ver la primera planta y yo aún no había encontrado la escalera para subir a la segunda. Al preguntar dónde estaba me dice:- “No, la escalera la quité porque por ella suben los malos espíritus, así que hay que salir a la calle y subir por afuera. Pero no te preocupes, si alguien le compra la vuelvo a poner”. En a planta alta lo primero que nos topamos es con una figura de un marciano tamaño natural. Está llena de habitaciones que comunican unas con otras, como si fuese un laberinto. Yo voy siguiendo a la propietaria hasta que de pronto escucho: -“¡Socorro! ¡Que me he perdido y me da miedo!”. Vaya, en algún momento del recorrido la pobre ancianita se me ha quedado atrás. Y yo: “Rafaela, usted siga hablando y no se mueva que yo la encuentro”. Cuando por fin doy con ella me dice: -“Hijita, tu eres muy maja y te esfuerzas mucho…. Pero quiero irme de aquí”
- Cliente: Una pareja de unos 40 años que venden su piso para irse a un chalet. Me pasa mi encargada de zona esos clientes y me da 2 chalets que desean visitar. Cuando pregunto a mis compañeras por la ubicación de uno de ellos me dicen:- “Ops! Vas al chalet de los Rose”, y me miraban con cara de “pobrecita mía”. Quedo con propietario y clientes a la puerta de la iglesia del pueblo pues la vivienda estaba difícil de encontrar. El propietario un tipo muy alto, con muy buen aspecto, el cual me dice continuamente como si fuese el conejo de Alicia en el país de las maravillas: -“Rapido, rápido”. Llegamos al chalet. En el salón 4 perros y el suelo lleno de cacas que tenemos que ir sorteando mientras el propietario les encierra murmurando:- “Será hija de puta...”. Los clientes me miraban con cara interrogante mientras que yo no podía hacer otra cosa que poner cara de “Está todo controlado” y rezar para que así fuese. La cocina...uff!, la cocina tenía platos con moho y tazas de café ya usadas rebosando de colillas. El la barandilla de la escalera no podías poner la mano entre toda la ropa que había allí posada, etc, etc. Yo miraba a los clientes y más que visitar un chalet, parecía que estaban viendo el museo de los horrores de Madame Tousseu, recorriéndolo muy juntitos, agarrados del brazo y señalando con el dedo mientras ponían cara de asombro. A todo esto, el propietario nos seguía y en cada habitación que entrábamos decía lo mismo:- ¡Pero será hija de puta..!.” Ya cuando nos disponíamos a terminar y bajábamos la escalera, se abre la puerta y aparece una mujer, la cual al toparme de frente me dice:-“¿Quién cojones eres tu?”.Yo ya no sabía si era una broma de mal gusto, si había dado con un psicópata que me había metido en la casa de la vecina o si solo era un mal sueño. Muy tranquila le digo:- “Buenas tardes, soy Fulanita, de la inmobiliaria”. A lo que ella dice:- “Será hijo de puta...”. A partir de ahí todo es un caos. El propietario al final de la escalera, yo y mis clientes en el medio y la mujer abajo: - Asoma la cabeza hijo de puta, que mierda haces en mi casa. - ¿Tú casa? Esto hace mucho que no es una casa, es una pocilga. - ¿Acaso te crees que voy yo a limpiar tu mierda? Que te la limpie la que te esta limpiando los coj... todas las noches. - Mira...cállate que un día te voy a meter una ostia.... - Venga...ven aquí y hazlo... Y los clientes y yo, atrapados en la escalera entre ellos, como si de un partido de tenis se tratase, girándonos cuando gritaba uno y contestaba el otro..... Cuando llegué a la oficina hecha una fiera porque no me habían avisado que eso podía pasar, me dicen: -“Ya te dijimos que era el chalet de los Rose. ¿Acaso no has visto esa película?” (Se trataba de La guerra de los Rose, no se si la habréis visto, a mi se me quitaron las ganas)
-Cliente: O debería decir más bien clientes, porque era toda una familia de gitanos. La madre, el padre, la parejita que se quería comprar el piso, los suegros, el hermano (que era albañil y el entendí mucho de eso), y no me vino toda la iglesia evangélica de puro milagro. Llego al lugar de la cita. Mi mayor preocupación era dónde aparcar el coche (ya me pasó en una ocasión que al volver de una visita no tenía ruedas). Me presentan a toda la tribu y les indico el edificio que es. La matriarca me dice:-“aysss niña, no se yo si ese sitio será bueno para mi hija, que ese edificio está lleno de gitanos...”.Y yo muy tranquila le digo:- “Mujer, que el piso está muy bien y entre los gitanos habrá de todo como en botica”. Mientras nos dirigíamos al ascensor e intentaban concertarme una cita para ir a comprarles ropa a su casa (allí me la podía probar tranquilamente y no en el mercadillo que hay mucho lío), yo seguía preguntándome cual era la maldita diferencia entre un gitano u otro. Subíamos en el ascensor y comentaban: - “Pues yo creo que aquí, en el 5º es donde vivía la Paqui, esa que vendía bragas y calcetines, la que se tiró por la ventana y encontraron espatarrada en el suelo” - “Ah! Pues si es aquí, entonces el piso es mu’ majo... Pero pa’ mi que a la Paqui la tiró el marido” Yo solo rezaba para que la cosa terminase pronto.... Llegamos al piso y... ¡Mierda! Se conocen cliente y propietario (adiós venta). Y ahí me sientan, en el salón, entre todos ellos. Comienzan a sacar comida y bebida y montan una fiestuqui con cante incluido. Dos horas después me fui de allí, preguntándome si aún existiría mi coche y con un descuento en varios puestos del mercadillo de los jueves
-Clientes: Un matrimonio de unos 40 años de Palencia con sus dos hijos que se querían comprar un pisito cerca de la playa. Llegamos al piso y ya en la puerta les informo que le pueden ver con total tranquilidad pues dispongo de llaves ya que nadie vive en el. La primera estancia que visitamos es la cocina. Mientras se la estoy mostrando descubro en la encimera un cuenco lleno de cerezas, como diría una amiga mía “frescas, frescas”. Entonces pienso- Vaya, están tan bien hechas que parecen recién cogidas del árbol- En esto que toco una, y se me espachurra en las manos –Hmmm…m, dudo que estén tan logradas como para esto_. De pronto viene uno de los hijos corriendo por el pasillo como alma que lleva el diablo y tirando de la falda de su madre le dice:”mama, hay un hombre y una mujer durmiendo en una cama”. No quedamos todos paralizados. Les indico que se queden en la cocina y me dirijo a la habitación. En esto me encuentro en el pasillo a un hombre en calzoncillos con cara de muy pocos amigos y le digo:”Buenos días, soy de la inmobiliaria. Perdone la intromisión pero no nos habían avisado que iban a ocupar la vivienda estos días”, a lo que el hombre me responde: “Me da la impresión que de lo que no le habían avisado es que ya la habían vendido”. Mientras me disculpaba como buenamente podía con el, sale una mujer de la habitación, se queda paralizada y dice:” ¿Se puede saber quien es esa mujer que tiene llaves de tu casa?”. El me mira con cara de –resuelve esto que me la juego-, mientras a mi espalda comenzaron a corretear los niños….
-Cliente: Un notario de unos 50 años que buscaba una vivienda para invertir. Me mandaba llamarle los lunes para comentarle los pisos que podían interesarle y el optaba por dos, los cuales íbamos a visitar los jueves por la mañana. Siempre elegía pisos bastante alejados unos de otros y jamás quería coger un autobús o un coche, por lo que me llevaba unas 3 horas la visita en cuestión. Siempre, al terminar, me invitaba a un café para comentar las impresiones y me instaba para la llamada del lunes siguiente. Ya llevaba unos dos meses así, cuando opte por comentarle a mi jefe la situación. Me indicó que lo mejor que podía hacer era ser agresiva el próximo jueves y obligarle a decidir. Llegado el día D y la hora H, nos sentamos a tomar el café de rigor después de las visitas y le expongo la situación. Cual es mi sorpresa cuando el hombre me dice que ha decidido no comprar de momento-en ese instante me hubiera encantado sacar un martillo gigante marca ACME de mi bolsillo e ir dándole en la cabeza mientras le enterraba en el suelo como hacen en los dibujos animados- Mi cara debió hablar por mi, porque sin decir yo nada el señor notario me comenta:”Es que eran muy agradables estos paseos por la mañana”

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