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Un comentario realizado en uno de mis blogs me ha hecho recordar una conversación mantenida hace unos años. Fue en la sobremesa después de una comida copiosa. En un momento dado, un comensal, levantando su dedo a modo acusador me increpó diciendo: “Ustedes los españoles se llevaron todo nuestro oro y por eso está así el país”. Entonces yo agarré mi bolso y le vacié encima de la mesa diciendo: “A mi que me registren, que yo acabo de llegar hace unos días y puedo jurar que no me he llevado nada. Y si se trata de acusar sobre la situación de un país a los que le conquistaron hace siglos, tengo un gran problema, porque… ¿A quién acuso yo? ¿A los Suevos? ¿Los Alanos? ¿Los Vándalos? ¿Los Godos? ¿Los romanos? ¿Los árabes?” Seguidamente le pregunté su apellido, Fernández, y continué:" Teniendo en cuenta que mi apellido tiene origen judío, es mucho más probable que el que se llevó el oro fuera más pariente suyo que mío”. Recuerdo la primera vez que pisé suelo anglosajón. Era yo una cría. Iba paseando por una calle de Dublín y en la puerta de un Pub había un cartel en el que ponía: “No se admiten ni animales ni españoles”. Lo releí varias veces pensando que debía estar traduciéndolo erróneamente, pero no, la traducción era correcta. Aún así, los irlandeses me parecen un pueblo excepcional. O un viaje a Argentina, en el que tuve que aguantar estoicamente todo un repertorio de chistes sobre gallegos.Y un largo etcétera de situaciones que inevitablemente se viven al sumergirse en otros países y diferentes culturas, originadas por el desconocimiento de las costumbres, la diferente utilización del lenguaje y la idea preconcebida marcada por los estereotipos que todos llevamos a cuestas. En lo que sí estoy totalmente de acuerdo sobre esa contestación en mi blog es que si, realmente es cuestión de educación y de afrontar los propios miedos de cada uno (habría que predicar con el ejemplo). Y también es cuestión de percepción y análisis. Y de percatarse de que un comentario hecho de una manera lúdica y divertida no es una ofensa a una cultura, una raza o una nación. Porque lo mismo podría haber sucedido en un pueblo remoto de cualquier país del mundo, incluido el mío. Una lástima al fin y al cabo. Por malos entendidos y altas dosis de incomprensión comienzan muchas guerras sin sentido.
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