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he recordado una historia de hace algunos años... Estaba en Cozumel pasando unas agradables vacaciones con mis dos niñas y mi marido (por aquél entonces tenía uno de esos). Para completar la cuadrilla, como cuidador, chofer, guardaespaldas y un poco chico para todo, Jorge. Un empleado de mi padre, con la función de facilitarnos un poco la vida. El día anterior a nuestro regreso, echando un vistazo a los mapas de carreteras, descubría que había una por el interior que nos llevaría a Puebla pasando por Sierra madre....Y me entusiasmé. Había leído un libro titulado “El tesoro de sierra madre”, y con el fin de localizar exteriores (como en las películas), decidí que el retorno sería por allí. Al comentárselo a Jorge, me instó a no hacerlo pues afirmaba que eran muchas horas por “Tierra de nadie”. Cabezona dónde las haya, se lo mencioné a mi marido, el cual estaba totalmente de acuerdo conmigo pues hacía unos años allí se había estrellado una avioneta la cual jamás apreció( cada loco con su tema). Para autorreafirmarme y con el fin de tranquilizar a Jorge, me dirigí con el a consultar en el hotel, los cuales nos aseguraron que si no parábamos en vehículo en ningún lugar mientras atravesábamos la sierra no veían el problema. Así que ahí estábamos, al amanecer, iniciando el viaje con una conversación de lo más amena (mis hijas habían visto el arma que llevaba Jorge con el y le preguntaban si había matado a alguien...). Llevaríamos un par de horas de camino ya inmersos en Sierra Madre, cuando comprobé que necesitaba urgentemente unas compresas, tampones o utensilios similares. Así que le insté a Jorge a parar cuando encontrase algún lugar medianamente civilizado.”-¿Parar dice señora? ¿Un sitio civilizado aquí? ¡Ay señora! No lo veo posible.” Yo insistía:-”Jorge, en cuanto vea algo que se parezca a más de una casa junta, pare”.Al cabo de lo que pareció una eternidad encontramos una especie de pueblo (si se le puede llamar así).Por indicaciones de Jorge, me bajé yo sola del coche mientras el le mantenía en marcha, y me adentré en un chamizo donde ponía “Abarrotes”. Me acerco al mostrador y muy educadamente digo: -“Buenos días. Quisiera unas compresas”. Jamás he visto una cara de alucinamiento como la que puso aquella mujer. Al ver que no me respondía repetí:-“¿Perdone, tiene compresas?”. Sin mediar palabra, se retira a la parte de atrás y con ella regresan dos mujeres más, las cuales se quedan mirándome de la misma guisa. A mí, que ya se me estaba agotando la paciencia y el paquete de kleneex que llevaba entre las piernas, repito: “Compresas. Para la menstruación. Compresas” (¿Sería un pueblo de mudos o es que todavía hablaban el lenguaje de los aztecas? ). Por fin la primera mujer habla y me dice:- “¿Española?” Y yo:- “Si, ¿Compresas?”. Ella contesta:-“¿Española de España?” (Joer!, no sabía que había españoles de otro sitio). Y yo repito:-“Si. ¿Compresas?”.En esto se miran entre ellas y una se marcha. Mientras yo continúo intentando que me den el maldito paquete de compresas, la tienda se empieza a llenar de gente que comienza a rodearme...Y comienzo a asustarme... (¡Vaya m! aquí estuvo colon buscando oro y nadie más hasta que llegaste tu buscando compresas. ¿Por aquí se practicaba el canibalismo o eran sacrificios rituales? no logro recordarlo. Pues no me veo yo con una manzana en el culo y aderezada con chile. Tampoco soy virgen, así que no me podrán tirar al cenote más cercano...) Reconozco que jamás me he alegrado tanto de oír una voz como la de Jorge a mis espaldas diciéndome:-“Señora, salga despacio delante de mi y súbase al carro”. Recorrer esos metros hasta el coche se me hizo interminable, mientras me preguntaba si Jorge venía tras de mi. Supongo que simplemente había despertado la curiosidad de aquellas gentes (pero no voy a regresar para comprobarlo).
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