El otro día me llamó una amiga: -“¿Eme, tienes planes para hoy?”.
Al comentarla que estaba libre como un pajarito, me invitó a acompañarla a vender oro (unas cosillas que nunca usaba). Me acordé de la gitana María, empeñada en venderme un abrigo deatracatan con cuello de leopordo a cambio de matralla que no usase. Y también recordé mi anillo de boda (y el de mi ex), el cual nunca usé ya que tenía la sensación de ir marcada como las vacas. También se me vino a la cabeza el anillo de pedida horripilante que me regaló mi querida suegra… y me entusiasmé: - “¡claro que te acompaño!, y llevo yo mi matralla odiosa”.
Total, que a lo tonto, salí de la joyería con cuatro cifras de € en el bolsillo y unos brillantitos, muy pequeños (que rata era mi suegra) en una bolsa de plasticurri. Eso era el valor material que quedaba de unos cuantos años de matrimonio.
¿En qué invertirlo? Tras 5 segundos de deliberación lo tenía bien claro, en mi misma.
Así que al día siguiente entraba por la puerta de una clínica estética para un completo plan renove.
-“¿Qué se quiere hacer?, preguntó el médico.
- “¿Qué me puede hacer con cuatro cifras de € de mi otra vida? Contesté yo.
PD: Estoy divina...
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