Para mayor facilidad

21 febrero 2011

-438-

Mi señor rural y yo andamos en busca y captura de una casita en alguno de esos pueblos perdidos de la
España profunda.

Dada la poca conexión entre esa España de la que hablo e Internet, decidimos hacer las cosas a la antigua usanza, e ir preguntando de pueblo en pueblo, o más bien dicho, de bar de pueblo en bar de pueblo, en pos del retiro soñado.
El otro día aterrizamos en uno de ellos. 40 habitantes en invierno y un bar, del cual cada semana un vecino tiene las llaves, así que, si quieres tomarte una copichuela o un vermut, solo tienes que saber a qué vecino le toca esa semana e ir a decirle que abra.
Al llegar, después de dar una vuelta por allí, decidí preguntar si había alguna casa en venta a la primera paisana que encontré. Un encanto de mujer. Nos acompañó de casa en casa mientras nos contaba de quien era, de quien fué, edad y estado civil de los propietarios e incluso parentesco entre ellos. Y todo ello cargada con una especie de saco que, en un momento dado, comenzó a moverse de una manera sospechosa dándome un susto de muerte. " Son dos gallinas que van a pasar a mejor vida", comentó abriéndome el susodicho saco y mostrándome lo que seguramente iba a ser parte del caldo de una suculenta sopa.
Durante la "visita", se nos fueron uniendo oriundos del lugar, los cuales iban aportando su granito de arena a las informaciones ya obtenidas e incluso mostrando sus hogares, como L, llegada al pueblo hacía tres años desde Barcelona. "Por amor", me comentó mientras la preguntaba por el terrible cambio que había hecho de vida. Estaba embarazada, el primer niño que iba a nacer allí en 45 años, no había persona que nos encontrásemos que no comentase la chaquetita que estaba haciendo o el regalo que iba a hacer la criatura en cuestión. "Todos los del pueblo quieren ser sus tíos", decía L resignada.

No muchos kilómetros en distancia y sin embargo años luz en estilo de vida.......me gusta. Quien sabe si dentro de unos años no acabaré yo con un par de pollos en el saco (eso si, sin renunciar a mi secador de pelo y mis tacones)


- ¿Digame?
- ¿Señora eme?
- Si, soy yo...digame.
- Aquí le habla Genaro.
- Pues encantada Genaro... digame.
- Soy el hermano del Gervasio.
- Ah! Pues muy bien...digame (y van cuatro)
- Que tengo yo una casa en el barrio de arriba que la vendo (adivina adivinanza cual es el barrio de arriba)
- ¿Cerca de la iglesia?
- Si mujer, ya la he dicho que en el barrio de arriba. (bien...ese es el barrio de arriba)
- Y digame...¿Cómo está la casa?
- Pues la casa está como está.(me acaba de sacar de muchas dudas,si...)
- Ya...¿Pero está caida o se puede entrar?
- Vamos a ver...entrar se puede entrar e incluso pasar la noche así en un caso de mucho apuro.
-¿Y tiene algo de patio?
- ¿Pero no le enseñó la casa el Gervasio?
- ¿El Gervasio?
- Si, el Gervasio estuvo con ud.
- AH! Pues no recuerdo la casa, ¿Que casa era?...(por no decir que npi de quien es el Gervasio)
- Pues la mía! Ya le digo....(eme, esto es un callejón sin salida)
- Hagamos una cosa Genaro. Yo el domingo voy al pueblo y me enseña la casa por dentro y ya hablamos. Yo le llamo para concretar hora...
- No, no hace falta que llame. Ud vaya al pueblo y el Gervasio se la enseña. (está claro, estaba destinada al Gervasio ese)


Fotografía: Pepi (ojodigital)

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