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Es una pena darse cuenta a los 42 años que tus extremidades inferiores se llevan fatal con las superiores, que no se entienden y no esixte un dialogo ni una cierta armonía entre ellas, que de hecho, procuran llevarse la contraria tenazmente de una manera obsesiva.
Quizá, y solo digo quizá, si no fuese tan despistada me habría percatado de este hecho cuando sucedió, quien sabe si en mi infancia o adolescencia, y podría haberle puesto remedio en su momento, pero me temo que ya es demasiado tarde y sus diferencias son irreconciliables.
En fin, que una nunca sabe cuándo y dónde su cerebro se ilumina y descubre hechos desconocidos hasta entonces, como por ejemplo, en un gimnasio bailando Batuka.