
Acabo de llegar de la ópera, la Boheme, una de mis predilectas. No tanto por el libreto en si, sino por la historia tan rocambolesca sobre la composición de ella por Puccini.
Pero en esta ocasión el personaje de Rodolfo no ha dado la talla. Un buen tono, una buena voz, pero una escasa potencia, con lo cual en los momentos cumbres quedaba eclipsado por la orquesta o por Mimi (y no hacía falta ser un entendido para percatarse de ello).
El caso es que al finalizar la obra e ir saliendo los protagonistas a saludar al público, el tenor que representaba a Rodolfo fue recompensado por un larguísimo aplauso para mi gusto no merecido. E incluso se oía algún que otro ¡Bravo!
Está claro que hay profesiones muy "agradecidas".
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