Para mayor facilidad

26 marzo 2009

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Llegaste con una maleta rota llena de lágrimas no lloradas
y no se me ocurrió otra cosa que intentar repararla.
Las saqué una por una, y las extendí sobre la alfombra intentando clasificarlas.
De muchas no conseguí secar la humedad, y tuve que mezclarlas con mis risas,
las cuales también se humedecieron un poco.
Me alegró pensar que, afortunadamente, ninguna de esas lágrimas llevaba mi nombre,
aunque según pasaba de una a otra me iba impregnando de ellas.
Y llegó un momento en que me rendí.
De verdad que lo intenté, pero mis herramientas no podían repararlas...
quizás solo las personas que te las causaron tenían la fórmula, yo no.
Y me rendí. Y Recogí todo.
Aquellas lágrimas que ya estaban empezando a secarse y todas las que aún brillaban,
metiéndolas en tu maleta rota de nuevo.
Dejé escondidas, eso si, en uno de los compartimentos interiores,
unas cuantas de mis sonrisas y un beso, por si algún día volvieras a acordarte de mi.
No quiero que ninguna de tus lágrimas lleve mi nombre.