
El frigorífico duraba muchos días lleno.
Era libre de escoger la música que quería oír.
El jabón y todas sus cosas personales estaban siempre justo donde las había dejado.
Tenía suficiente dinero (y eso que ganaba una mierda).
No le rendía cuentas a nadie ni a nada.
Dormía de un tirón todas las noches.
Y la vida carecía de sentido, de todas maneras.
Tenía en la piel el hedor de lo inmaculado.
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