
No sabía defenderme, me descuidaba cada dos por tres, encontrándome demasiados puntos realmente vulnerables y ejecutando los movimientos a destiempo.
Mi ataque resultaba más espectacular que efectivo. Alocado, desordenado…
Tentando a la suerte de un contragolpe letal, que siempre solía ocurrir en el momento más inesperado y demasiado cerca del órgano palpitante, donde más mortal es.
Y ahí quedaba, desarmada, desalmada, desnuda y frágil, insegura y desorientada, escribiendo una gran interrogante con el vaho que salía de mi boca. Sin casco ni protecciones.
Otros tiempos…Ahora soy un gran espadachín.
¡Touche!
No hay comentarios:
Publicar un comentario