Para mayor facilidad

09 mayo 2008

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Es un mensaje para el chico del autobús y para el que me vendió el libro que tanto me está haciendo disfrutar, para el que se sienta en frente en la consulta del médico y el que comparte reposa-brazos en el cine conmigo. Para todos a los que nunca he conocido ni lo haré pero que han despertado en mí cierto interés. Porque nunca sabré a qué saben sus besos ni cuanto duelen sus abrazos. Ni sabré si me dirían “te quiero” la primera semana. Pienso en cómo serán por el calzado que usan. Y me pregunto si esa camisa es comprada o un regalo, si viven en casa o comparten piso con amigos. Si tienen con quién desayunar, desnudos, en la cama. Si son de aquí de allí o de ninguna parte. Y nunca sabré si van al cine los domingos y eligen la película sólo mirando el cartel. Ni tampoco sabré si continúan viendo a sus amigos del colegio o qué hacen en sus ratos libres. Me gusta observarlos y pensar en su voz y en si tiran la ropa al suelo cuando llegan a casa después de un duro día de trabajo. Si les gusta el café solo o con leche y cuántos sobres de azúcar necesitan. Y quiero saber si abren los ojos cuando besan y la puerta para dejar pasar… y si llevan paraguas de colores. Me gusta leerles las manos desde lejos, descifrarles el futuro. Pensar en si precisan gestos o palabras. Si se arriesgan o tienen miedo. Escribo sobre ellos preguntándome si alguna vez coincidiremos en un sueño, en un pasillo… si recordaré su cara. A veces una persona sólo se te agarra un momento porque ese magnetismo depende de muchas otras cosas. Quizá mañana me cruce con ellos y ni siquiera enlacemos la mirada. Por eso les dedico este escrito, por lo efímero, por la química que sólo dura el camino a casa….

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