Para mayor facilidad

09 mayo 2008

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Ayer, mientras caminaba por el centro de la ciudad, me encontré de bruces con mi reflejo en un escaparate. Me quedé quieta, inmóvil, observando fijamente la imagen que me ofrecía el otro lado del espejo. La miré insolente, como se mira a un enemigo, y me di cuenta de que ese día iba maquillada, demasiado arreglada, subida en unos tacones de escándalo que me estaban martirizando al andar, y escondiendo la mirada en unas gafas de sol tremendamente inútiles en días de lluvia. Algo despeinada y mojándome. Llegaba tarde. Aún así seguí allí durante unos minutos más, fingiendo estar muy interesada en los objetos del interior. Zapatos. Cuando retomé el paso, intenté zafarme de la imagen que se había quedado grabada en mi retina. Nada... Y entre tanto los coches, las calles, la gente con prisa, los charcos. Mientras, el viento y el ir sorteando peligrosamente los paraguas, preguntándome quien era esa persona que vi reflejada y dónde estaba aquella otra que hace escasos días paseaba bajo el sol con los perros, un vaquero roto, una coleta y unas botas desgastadas, por los campos de Soria…

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